jueves, 2 de octubre de 2008

Ahora que se acerca la época navideña, te presento este par de Relatos Urbanos de Navidad


Sólo faltaban cinco días para la Navidad. Aún no me había atrapado el espíritu de estas fiestas. Los estacionamientos estaban llenos, y dentro de las tiendas el caos era mayor. No se podía ni caminar por los pasillos. ¿Por qué vine hoy? -me pregunté. Me dolían los pies lo mismo que mi cabeza. En mi lista estaban los nombres de personas que decían no querer nada, pero yo sabía que si no les compraba algo se resentirían. 

Llené rápidamente mi carrito con compras de último minuto y me dirigí a las colas de las cajas registradoras. Escogí la más corta, calculé que serían por lo menos 20 minutos de espera. 

Frente a mí había dos niños, un niño como de 10 años y su hermana de unos 5 años. Él estaba mal vestido con un abrigo raído, zapatos deportivos muy grandes, a lo mejor 3 tallas más grande. Los jeans le quedaban cortos. 

Llevaba en sus sucias manos unos cuantos billetes arrugados. Su hermana lucía como él, sólo que su pelo estaba enredado. Ella llevaba en sus manos un par de zapatos de mujer dorados y resplandecientes. 

Los villancicos navideños resonaban por toda la tienda y yo 
podía escuchar a la niñita tararearlos. Al llegar a la caja registradora, la niña le dio los zapatos cuidadosamente a la cajera, como si se tratara de un tesoro. La cajera les entregó el recibo y dijo: son $6.09. El niño le entregó sus billetes arrugados y empezó a rebuscarse los bolsillos; no llevaba más. 
Finalmente contó $3.12 y dijo: 

- Bueno, pienso que tendremos que devolverlos, volveremos 
otro día y los compraremos. 

Ante esto la niña dibujó un puchero en su rostro y dijo: 

- "Pero a Jesús le hubieran encantado estos zapatos". 

- Volveremos a casa, trabajaremos un poco más y regresaremos 
por ellos. No llores, vamos a volver. 

Sin tardar, yo le completé los tres pesos que faltaban a la 
cajera. Ellos habían estado esperando en la cola por largo tiempo y después de todo era Navidad. En eso un par de bracitos me rodearon con un tierno abrazo y una voz me dijo: 

- "Muchas gracias señora". 

Aproveché la oportunidad para preguntarle qué había querido 
decir cuando dijo que a Jesús le encantarían esos zapatos. Y la niña con sus grandes ojos redondos me respondió: 

- "Mi mamá está enferma y yéndose al cielo. Mi papá nos 
dijo que se iría antes de Navidad para estar con Jesús. Mi maestra dice que las calles del cielo son de oro reluciente, tal como estos zapatos. 

¿Creo que mi mamá se verá hermosa caminando por esas calles con estos zapatos?" 

Mis ojos se inundaron al ver una lágrima bajar por su rostro radiante. Por supuesto que sí, le respondí. Y en silencio le di gracias a Dios por usar a estos niños para hacerme recordar el verdadero valor de las cosas. 

Autor Desconocido

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